Por: Jesús Carrasco
El alcalde de Dajabón, Santiago Riverón, se ha posicionado en múltiples ocasiones como un defensor de la soberanía nacional y un crítico acérrimo de la presencia haitiana en el país.
Sus discursos han resonado con un sector de la población que exige un mayor control migratorio en la frontera, sin embargo, en una muestra evidente de doble moral, el mismo funcionario que denuncia la presencia de haitianos en el país emplea ciudadanos de esa nacionalidad en situación migratoria irregular en el mercado fronterizo.
La contradicción es evidente ya que mientras por un lado arremete contra los inmigrantes, por el otro se beneficia de su mano de obra.
¿Es su discurso anti-haitiano una verdadera convicción o simplemente una estrategia política?
¿Se trata de oportunismo o de hipocresía?
A pesar de la narrativa oficial que intenta endurecer la postura contra los migrantes, el ejecutivo como la máxima autoridad municipal, no puede alegar desconocimiento sobre la situación, predicar un discurso nacionalista para ganar apoyo popular mientras, en la práctica, se benefician de las mismas circunstancias que critican.
La hipocresía en la gestión pública no solo erosiona la confianza de la ciudadanía, sino que también desenmascara la falta de coherencia en la aplicación de políticas migratorias.
Dajabón merece líderes que sean coherentes con sus principios, que no usen la bandera del patriotismo como un simple recurso electoral y que actúen con integridad en beneficio del desarrollo de la provincia.
Si realmente el alcalde cree en la importancia de regular la migración, debería empezar por dar el ejemplo y asumir una postura honesta, en lugar de aplicar un doble discurso según le convenga.