Durante la toma de Goma, al menos 163 mujeres, reclusas de la cárcel central de la ciudad, fueron violadas y quemadas vivas en una fuga masiva de presos.
En solo una semana, se denunciaron casi 500 casos de violencia sexual en esta urbe y sus alrededores, más de 150 de ellos contra menores, según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
“Es probable que esta cifra represente sólo una parte de las supervivientes reales, las que consiguieron recibir atención, pero habrá muchas más que no pudieron hacerlo por la interrupción de los servicios, el miedo a las represalias o a la estigmatización”, advirtió el UNFPA.
Campos de desplazados, epicentro de violencia
Desde principios de año, la oleada de violencia ha obligado a más de 400.000 congoleños, principalmente mujeres y niños, a abandonar sus hogares e instalarse en campos de desplazados, lo que ha agravado su vulnerabilidad a la explotación y la violencia.
“Sabemos por testimonios que estos ataques tienen lugar en los propios campos de desplazados internos, pero también cerca de ellos, cuando las mujeres y las niñas salen a recoger leña, agua o van al campo”, explica Simón.
Las condiciones de vida en estos campamentos son especialmente duras para las mujeres, y aún más para aquellas que están solas. La falta de instalaciones sanitarias y hogares seguros las expone a un riesgo todavía mayor de sufrir violencia sexual, reclutamiento forzoso y esclavitud sexual por parte de bandas armadas.
“A veces, los hombres se despiertan en mitad de la noche y cortan la lona con una navaja para violar a las mujeres que viven solas”, cuenta Henriette, trabajadora comunitaria de MSF.
Estigma social
“Las mujeres víctimas de violencia sexual sufren el estigma en sus comunidades y, a menudo, en sus propias familias”, afirma Simón. Para muchas, la dura realidad de las violaciones puede verse como “un doble castigo”: primero, el abuso; después, el rechazo.
“Después de que me atacaran, los conocidos de mi marido le aconsejaron que me abandonara, y ahora vivo sola con mis cuatro hijos”, comparte María, una joven embarazada atendida por MSF.
Según la fundación Panzi, cuyo hospital en Bukavu fue fundado por el premio Nobel de la Paz Denis Mukwege, la violencia sexual deja un impacto “brutal” en las mujeres que va mucho más allá de las lesiones físicas inmediatas, como heridas graves, infecciones y embarazos no deseados.